Hace unos días me puse a leer el Pozo y se me ocurrió de golpe que lo leía por primera vez. Y es que Onetti no es un autor al que se lee, sino al que se relee. Esto es por su quejumbrosa oscuridad, el estilo general de su obra es complejo, y no es recomendable para todos. Hay que tener cierta delicadeza con sus textos. No es un escritor al que se lee a la ligera, se debe tener un serio compromiso. Eso por decir alguna cosa vana y por otro lado, el mundo de Onetti, no es un mundo con un gran espectro cromático, es un mundo hostil, en escala de grises, profundamente pesimista, donde los personajes son unos fracasados y abyectos. De ahí que no sea tan popular como otros escritores también ligados al boom, como García Márquez o Julio Cortázar. Los cuales admiraban a Onetti. Aun así vale la pena darle una probada a su obra, y la mejor forma de comenzar es con su primera novela, El pozo.
Ahora, decir que El Pozo es una novela ya en sí es un atrevimiento, si acaso diríamos un relato largo o una noveleta. Publicada por primera vez en 1939, El pozo nos introduce de manera abrupta al universo onettiano. Escrita durante un fin de semana en el que Onetti se quedase sin tabaco, El Pozo se narra en primera persona a manera de diario por el protagonista, Eladio Lincero. Un hombre en sus cuarenta que decide escribir sus memorias. “No tengo tabaco, no tengo tabaco.” Se repetirá Lincero. Mientras nos narra episodios de juventud, saltándose la infancia pues argumenta, que en su niñez fue un imbécil. Lo onírico se mezcla con los hechos reales. Es recurrente el sueño en el que la muchacha Ana María, entra en la cabaña desnuda donde Lincero alguna vez la violó.
Los exámenes morales son de importancia para entender a cabalidad los personajes de Onetti. El arquetipo onettiano es un estafador, mujeriego, ávido a los puteríos, fumador compulsivo, jugador de naipe, desempleado o periodista, pero todos ellos, son seres sin moral alguna, seres groseros y sin imaginación, profundamente despreciables. Claro está, en su medida, para Onetti hasta la capacidad para la estupidez es limitada en la raza humana, incluso en la absoluta vulgaridad el humano fracasa. Aun en la abyección de Lincero, existe cierta conmiseración. Lincero es un ególatra que se compadece de todo a quien se cruza, cuando debería sentir lástima por él mismo.
¿Por qué no hablo de una trama en sí? Es que no la hay. Quién busca un argumento en El Pozo no lo encontrará. Por esta razón a Onetti se le ha llamado uno de los pocos existencialistas latinoamericanos. El mundo interior de Lincero es mucho más grande que la serie de eventos insignificantes que narra. Lincero se encuentra constantemente aburrido u ofendido. ¡Como si el mundo le debiese algo! “Tengo asco por todo, ¿me entiende? por la gente, la vida, los versos de cuello almidonado. Me tiro en un rincón y me imagino todo eso. Cosas así y suciedades, todas las noches.” Sentencia Lincero.
Vemos en Onetti un acercamiento a la condición humana. Una entrada a ese Pozo que es la vida. Alguna vez le dijeron a Onetti que su obra era un plagio de Faulkner, él se sintió halagado. Entre los escritores latinoamericanos, son pocos los que rezuman tanta originalidad como Onetti, y son muchos los que luego, lo copiaron. Para finalizar esta reseña, una anécdota. Unos jóvenes visitaron el apartamento de Onetti para conocerlo, fallaron un par de veces. Cuando por fin son recibidos, es él mismo quién les abre la puerta semidesnudo y les dice con su voz de perro tosigoso: “Perdonen que los reciba con tan pocos dientes, pero los demás se los presté al Vargas Llosa.”